Lunes, 8 Octubre 2001. Xavier Batalla
Hacia las 21 horas de Kabul (18.30 hora española), ayer, 7 de octubre, norteamericanos y británicos desencadenaron la primera conflagración del siglo XXI, una crisis que reúne la tecnología más sofisticada y las características propias del mundo medieval. De esta manera, con el disparo del primer misil, la legendaria habilidad afgana para expulsar a los invasores ya está siendo puesta a prueba, pero también la capacidad de la coalición internacional, encabezada por Estados Unidos, para descabezar la hidra terrorista que lidera el multimillonario Ossama Bin Laden.
El ataque aliado ha comenzado según un guión tradicional: desde el aire, como ocurrió hace diez años en la guerra del Golfo. Y se ha centrado en Kabul, la capital; Kandahar, cuartel general de los talibán, y Jalalabad, junto a la frontera con Pakistán. En la operación se lanzaron 50 misiles crucero y participaron 25 cazas, portaaviones, submarinos y 15 bombarderos B-1, B-2 y B-52 con base en la isla de Diego García y Missouri (Estados Unidos). Y el objetivo ha sido el mismo que hace un decenio: destruir las defensas antiáreas del régimen de los talibán, los aeropuertos, bases terroristas, campamentos militares y centros de comunicación. La diferencia con respecto a la guerra del Golfo, sin embargo, parece clara. Según Charles Heyman, editor de “Janes World Armies”, el régimen de los talibán apenas cuenta con media docena de aviones Migs y unos veinte helicópteros.
Donald Rumsfeld, secretario estadounidense de Defensa, que calificó la acción de “mesurada”, afirmó anoche que durante “algún tiempo” no se conocerán los resultados del ataque, pero abrió las puertas a una operación terrestre al afirmar, eufemísticamente, que los bombardeos pretenden permitir “una lucha sostenida” contra el terrorismo. Rumsfeld también subrayó que el ataque estaba coordinado con el avance terrestre de la Alianza del Norte, integrada por fuerzas afganas contrarias al régimen de Kabul.
El conflicto también comenzó en la televisión. Poco después de que el presidente GeorgeW. Bush anunciara el inicio de la operación, Bin Laden apareció en las pantallas de todo el mundo, a través de la cadena Al Jezira, el equivalente de la CNN en el mundo árabe. Y se mostró amenazante. Parece probable que fuera un mensaje grabado antes del ataque, pero, como Saddam Hussein hace diez años, Bin Laden prometió el apocalipsis a Estados Unidos y a todos los que le apoyen en una lucha que, en su opinión, enfrenta a Occidente con los musulmanes. Es decir, se mostró como un buen lector de Samuel Huntington, el analista que pronosticó un choque de civilizaciones, y puso el dedo donde más temen los líderes de la coalición. Bush, minutos antes, había manifestado que “tenemos casi mil millones de amigos de religión musulmana”.
A Saddam Hussein, presidente de un régimen que se dice laico pero que hizo un llamamiento a la guerra santa, el tiro le salió por la culata en 1991. Bin Laden, que es fundamentalista hasta los tuétanos, no juega con más ventaja. Anoche conjugó el llamamiento a la guerra santa con un aplauso a los atentados del 11 de septiembre contra Nueva York y Washington, que atribuyó a un “grupo de musulmanes” enviado por Dios. Al hacer esta declaración, Bin Laden reconoció implícitamente su responsabilidad. Pero, de momento, el multimillonario sigue vivo, según fuentes de los talibán, aunque esté enlatado.
Enlatado pero vivo, La Vanguardia, 08-10,2001, Diario del Conflicto