El diario El País fue fundado en 1976 coincidiendo con el inicio de la transición española y fue el primer diario español con vocación demócrata a diferencia de los otros diarios de la época, que venían del franquismo. En sus inicios, El País era un diario sobrio, tanto en su aspecto formal como en el tratamiento de las informaciones. Pertenecía al grupo PRISA, entonces propiedad de Jesús de Polanco.
Fue el diario más vendido en España y el grupo PRISA, uno de los grupos mediáticos más importantes de Europa. Hoy en día, su principal accionista es Liberty Acquisition Holding.
Después de sufrir pérdidas multimillonarias, el diario ha aplicado recientemente un ERE que ha afectado a más del 30 por ciento de su plantilla. Los trabajadores redactaron un comunicado de reprobación contra Juan Luis Cebrián, primer director del diario y actualmente presidente ejecutivo del grupo PRISA.
En septiembre de 1982, El País inauguró nueva sede y delegación en Cataluña. Antonio Franco fue nombrado director adjunto del diario y máximo responsable de la delegación de Barcelona y Xavier Batalla se incorporó a la redacción como redactor jefe. Fueron tiempos de frecuentes viajes a Madrid y se estableció una buena sintonía entre ambas redacciones.
«Estableció una relación operativa con Cebrián, respetuosa pero no acrítica, e inició algunas relaciones profesionales y de amistad con gente muy destacada del planeta El País que mantendría durante muchos años, en particular en su aventura londinense, como sería el caso Carlos Mendo, que estaba en sus antípodas políticas pero de quien siempre admiró su experiencia periodística y su inglés». (Xavier Roig)
En la delegación de Barcelona no había una sección de internacional, de manera que, aunque publicó varios artículos, fueron unos años alejado de la primera línea de la información internacional para Batalla, pero muy enriquecedores a nivel profesional. Dos años más tarde pasó a ocupar el cargo de subdirector.
Antonio Franco, explica así su paso por el diario.
“La distancia voluntaria respecto a los diarios le llevó a rechazar la posibilidad de enrolarse en 1979 en el equipo fundador de El Periódico de Catalunya pese a las repetidas invitaciones que le hice desde mi condición de director del proyecto. Xavier se sentía a gusto reencontrándose en la universidad con las relaciones internacionales, con mucho tiempo para estudiarlas y profundizar en ellas, y con la posibilidad de estructurar a fondo su archivo y biblioteca personales.
Pero en 1981 sí que dio el paso adelante para reincorporarse a la prensa diaria con motivo de la salida del diario El País en Barcelona. Batalla era idóneo por sus experiencias como coordinador de una redacción en el Brusi, y le encargaron el difícil y complejo enlace de las dos redacciones de esta cabecera, en Madrid y Barcelona, así como de gestionar como redactor-jefe la elaboración de los contenidos diferenciados que ofreció en aquella etapa –una veintena de páginas—la edición catalana.
Este tiempo de trabajo en El País le permitió disponer por primera vez de medios suficientes para ejercer el trabajo, con lo que pudo incrementar su autoexigencia para estar a la altura del elevado listón de precisión que requería este periódico. En paralelo, le sirvió para aproximarse al sector profesional de Madrid y darse a conocer personalmente en la capital española gracias a los frecuentes desplazamientos derivados de su tarea como coordinador entre los equipos de trabajo de la madrileña calle de Miguel Yuste y del polígono de la Zona Franca de Barcelona. Entabló una buena relación profesional con el Juan Luis Cebrián periodista, entonces director del diario, con quien también mantuvo fuera de las funciones estrictas de su trabajo largas sesiones de reflexión sobre las relaciones internacionales. Como coordinador informativo efectuó satisfactoriamente la tarea, con mucha eficiencia, aunque progresivamente corroído por la tentación de regresar a la especialización de periodista de internacional, ya que el peso de esta área en el diario El País le recordaba diariamente que deseaba que éste fuese su destino definitivo en el periodismo. Por eso aceptó sin titubear el ofrecimiento que dos años más tarde le hizo La Vanguardia de cambiar de diario para irse a la corresponsalía en Londres del periódico catalán. Era nada más y nada menos que la plaza que más ambicionaba desde que conoció a Tristán La Rosa y que éste le hubiese descrito mil veces como la había ejercido, y le supuso entrar en la etapa de mayor prestigio y reconocimiento de su carrera”.