XAVIER BATALLA
DOMINGO, 27 MARZO 2005
Vladimir Putin heredó de Boris Yeltsin una economía de libre mercado muy particular, controlada por muy pocas manos. En 1992, un año después de la desaparición de la Unión Soviética, comenzó un truculento proceso de privatizaciones en el que más de 140.000 empresas dejaron de ser estatales. La codicia, la recompensa política y las buenas relaciones con la familia de Yeltsin marcaron este proceso. Era una experiencia nueva. Los soviéticos pasaron del feudalismo con aderezos capitalistas a la economía planificada; es decir, del huevo hicieron una tortilla. Con Yeltsin, los rusos pasaron de la economía planificada al capitalismo; es decir, quisieron hacer de la tortilla un huevo, algo nunca visto. Pero Anatoli Chubais, entonces viceprimer ministro, hizo posible el aparente milagro, que fue vendido como una distribución equitativa de la riqueza estatal.
El Gobierno ruso distribuyó entre los ciudadanos unos bonos, pero éstos cayeron en fondos que desaparecieron. Después, entre 1995 y 1996, se subastó la mayoría de las empresas petroleras, la base de la economía rusa, que fueron prácticamente regaladas a los empresarios entonces convertidos en el sector de los negocios del poder político. Y Yeltsin, apoyado por los oligarcas, fue reelegido.
Cuando Putin sucedió a Yeltsin la economía rusa estaba controlada por media docena de empresarios, a los que el nuevo presidente ofreció un pacto: podrían seguir disfrutando de su poder económico, pero deberían renunciar al poder político. Durante tres años este compromiso funcionó, con dos grandes excepciones: Vladimir Gusinsky y Boris Berezovsky, miembros del clan de los Yeltsin cuya ambición política les terminó obligando a poner pies en polvorosa. El resto de los oligarcas, empezando por Mijail Jodorkovsky, primer accionista de Yukos, la mayor petrolera de Rusia, multiplicó su fortuna.
Todo cambió a mediados del 2003, cuando comenzó a circular que Jodorkovsky pretendía hacer carrera política. El oligarca de oligarcas admitió que financiaba a dos partidos políticos reformistas, la Unión de Fuerzas de Derecha y Yabloko (socialdemócrata), y que otros accionistas de Yukos apoyaban a los comunistas, el primer partido del país. Jodorkovsky fue detenido y días después renunció a la presidencia de Yukos. Los dudosos fondos descubiertos ahora por la operación policial
contra la red hallada en Marbella parecen ser otro indicio de que, en buena parte, el origen del nuevo crimen organizado que padece Europa está, como afirma un informe del Consejo de Europa correspondiente al 2004, en el proceso de privatización de la antigua Unión Soviética y los países del antiguo bloque comunista.
A Yeltsin, los occidentales más entusiastas del derribo incontrolado del edificio soviético le rieron todas las gracias. Era el campeón. George F. Kennan, el inspirador de la política de la contención, no fue tan optimista. En un artículo escrito en 1947, Kennan pronosticó el hundimiento soviético, que, según dijo, estaba escrito en la propia naturaleza del sistema, basado en la coerción. Cuatro decenios después, con la caída del muro de Berlín, que se derrumbó tras el último empujón de Ronald Reagan, la historia le dio la razón a Kennan. Pero el analista estadounidense no se declaró entonces satisfecho, al contrario de los que veían en Yeltsin un líder emprendedor, como Occidente manda. Por eso Kennan nos advirtió de que la guerra fría, con las prisas, la habíamos perdido todos, aunque unos más que otros.
Artículo completo: LVG20050327- Gracias, Yeltsin